¡Bem-vindo à Ilha da Madeira! Hoy os quiero proponer una visita a Madeira, la mayor de las islas que forman el archipiélago portugués del mismo nombre. A unos 500 km al norte de las Canarias, comparte con las ‘Islas afortunadas’ su origen volcánico.
Gracias a su clima suave, sus paisajes que impresionan y la tranquilidad que se respira, es un destino elegido por muchos turistas. Por ello, la principal actividad económica de la isla es el turismo, aunque también es conocida por la producción del vino de Madeira, plátanos, café, frutas tropicales, flores,… vamos, un auténtico placer para los sentidos.
Lo que más me impresionó fue la exhuberante vegetación por todas partes, tanto los paisajes naturales como en preciosos jardines. Además, se trata de una isla bastante pequeña, pero con una gran variedad de lugares que visitar… así que vamos a ello!
Comenzaremos por Funchal, la capital, que se encuentra al sur de la isla. Su aeropuerto es un prodigio de la ingeniería, con una pista construida sobre un viaducto por encima del mar, no apta para pilotos inexpertos debido a la dificultad del aterrizaje a causa del viento… eso si el clima lo permite y no os pasa como a mí, que me derivaron a la isla de Porto Santo hasta que se despejó la niebla.
Una vez en tierra, nos dirigimos a la ciudad, donde podemos empezar con un paseo por su casco antiguo, la Zona Velha, un barrio que se ha renovado en los últimos años y tiene gran ambiente, con numerosos bares y restaurantes, y una llamativa decoración con sus puertas pintadas. Allí podremos visitar también el Fuerte de São Tiago, uno de los tres que aún conserva la ciudad, muy amenazada por los piratas en el pasado.
Pasando junto al Mercado dos Lavradores, visita obligada por la mañana para ver la venta de pescado, llegamos al centro, donde se concentran los principales monumentos y edificios emblemáticos como la Catedral, la Asamblea Regional, el Palacio São Lourenço y el Ayuntamiento.
Vagando por sus calles, podemos encontrar también sitios muy auténticos como cafés tradicionales, tiendas de productos típicos o un lugar que me gustó especialmente, la Librería Esperança. Con más de 100.000 libros nuevos y de segunda mano, está situada en un antiguo palacio y es la librería más grande de Portugal; cuando entras, parece que te trasladas a otro tiempo…
La ciudad de Funchal también tiene otros atractivos, como el largo paseo marítimo que llega hasta la playa de Formosa, la más grande de la isla y un lugar ideal para ver el atardecer. Por el camino, encontraremos varios jardines, el famoso Casino y numerosos hoteles (aunque yo os recomiendo alojaros en el centro de la ciudad, yo me hospedé en el Museum House: cómodo, muy acogedor y un trato estupendo, además en la planta baja tiene un museo de cámaras fotográficas antiguas de lo más interesante).
Pero si algo es característico de esta bella ciudad, es la subida a Monte (bueno, en Madeira hay que decir que todo lo que no es costa, son subidas!). El teleférico se toma junto a la Zona Velha y en unos 15 minutos nos lleva a más de 500 metros de altitud, disfrutando por el camino de unas vistas impresionantes. Una vez allí, podemos tomar otro teleférico que nos deja en el Jardín Botánico, otro ‘imprescindible’ en nuestro paso por Madeira, con más de 2.000 plantas, algunas de ellas exclusivas de la Macaronesia.
De vuelta a Monte, nos detendremos a visitar el Jardín Tropical Monte Palacete, situado en una Quinta donde se combina la variedad de plantas con la vistosa decoración del jardín, que alberga también un museo. Después de visitar la Iglesia do Monte, volvemos a bajar a la ciudad, pero en esta ocasión no tomamos el teleférico, sino que lo hacemos en los famosos carros de cestos… ¡una experiencia que no te puedes perder! Hechos de madera y mimbre y también llamados toboganes, hoy en día son una gran atracción turística, pero hace 170 años eran el transporte que utilizaban los habitantes de los barrios altos de la ciudad.
En cualquier caso, su precio no es excesivo (unos 20-25 € para dos personas) y la experiencia es muy divertida, bajando unos 2 km en algo menos de 10 minutos y en algunos momentos a casi 50 km/h… aunque no hay que preocuparse, porque los conductores son expertos y es increíble ver cómo controlan la dirección y frenan con sus botas de suela de goma. Quizás te parezca ‘demasiado turístico’, pero es algo que no podrás hacer en ningún otro sitio así que, ¿por qué no probar? Para volver al centro de la ciudad, terminaremos el trayecto en autobús.
Ha llegado el momento de salir de Funchal y descubrir los encantos de la isla, que no son pocos. Comenzamos con un recorrido por la abrupta costa norte, característica por sus acantilados y un clima más húmedo que en el sur (donde vive la mayor parte de los madeirenses).
Nuestra primera parada es Santana, con sus tradicionales casas triangulares que suelen representarse como símbolo de Madeira. Su diseño es característico por los tejados de paja que llegan hasta el suelo para protegerlas del clima del norte.
Viajando hacia el oeste llegamos a São Vicente, un tranquilo pueblo, famoso por las Grutas y Centro del Vulcanismo (la entrada cuesta unos 8 euros y la visita es interesante, aunque reconozco que me esperaba algo más). Paseamos también junto a su playa de roca, antes de continuar camino por la carretera de la costa, donde sobrecogen las vistas de los majestuosos acantilados.
A continuación visitamos Porto Moniz, otro pequeño pueblo costero en el que destacan sus piscinas naturales y las pozas de rocas volcánicas. A pocos kilómetros nos encontramos en Achadas da Cruz, cerca ya del extremo oeste de la isla. Allí podemos tomar un curioso teleférico desde lo alto del acantilado hasta la orilla, que sólo es accesible por este medio y por mar. El paisaje te deja sin palabras… el aire que sopla también!
Cambiamos ahora el mar por la montaña, en el centro de la isla. La subida al Pico do Areeiro, segundo más alto de Madeira (1.818 m) se hace por carretera y desde allí se pueden hacer varias rutas de senderismo. Se recomienda ver desde arriba el amanecer pero os confieso que a mí me cuesta un poco madrugar… 😉 En cualquier caso, el paisaje es espectacular.
Ya de bajada, hacemos un alto en Ribeiro Frio, para ver el Mirador dos Balcões. Las maravillosas vistas sobre el valle de Ribeira da Metade bien merecen el paseo por la levada da Serra do Faial, un sendero de 1,5 km y trazado bastante fácil. El pueblo de Ribeiro Frio también es conocido por los viveros de truchas arco-iris, para repoblar las líneas de agua de la isla.
Los caminos de ‘levada’ son otro de los tesoros que sorprenden de Madeira. Conviene llevar calzado adecuado e ir bien equipado para hacer senderismo por levadas: 2.500 km de canales de riego que abastecen de agua toda la isla (especialmente a la costa sur, cálida y seca) y junto a los que se puede recorrer senderos suaves en plena naturaleza.
Este sistema de riego es único, comenzó a construirse en el siglo XVI y supone una proeza de ingeniería debido a las condiciones del terreno. Recorrer estos caminos es toda una experiencia… lo único difícil es elegir entre tantos que ver! En mi caso, visité una parte de la Levada do Furado, una de las más populares (el único inconveniente es que, en temporada de verano, te cruzas con muchos senderistas).
Después de conocer el interior, regresamos a la costa sur, para disfrutar y relajarnos en algunos de sus pueblos con más encanto. Uno de mis favoritos es Câmara de Lobos, con su puerto pesquero y rodeado de cultivos de plataneras y viñedos. También es donde se inventó la “poncha”, un licor a base de zumo de limón, miel y aguardiente, que no te puedes ir de Madeira sin probar.
Saliendo por la costa hacia el oeste, llegamos al Teleférico do Rancho, que comenzó como un medio de transporte para los campesinos, que tenían que transportar sus cosechas desde Fajãs do Cabo Girão hasta las zonas altas. Merece la pena bajar hasta la playa y disfrutar del paisaje.
Muy cerca se encuentra el Cabo Girão, donde sorprende el acantilado (uno de los más altos de Europa, con 580 m) y su espectacular mirador con el suelo totalmente de cristal. La verdad es que, si tienes miedo a las alturas, en Madeira seguro que lo vas a superar! 😉
Otro lugar ideal para relajarse con una cerveza Coral (producida en Madeira) y disfrutar de un bello atardecer es Ponta do Sol. También merece una visita Caniço, con su playa de cantos. Machico y Santa Cruz, en la costa este, son dos poblaciones principales de la isla, con múltiples actividades y oferta hotelera para turistas.
En Ponta do Garajau, acercándonos ya de nuevo a Funchal, admiramos una fantástica puesta de sol, junto a la estatua de Cristo Rei al borde del acantilado (una pequeña versión del Cristo redentor de Río de Janeiro). Nos quedamos hipnotizados admirando la belleza del paisaje y con esta preciosa imagen en nuestra retina, nos despedidos de Madeira… hasta la próxima!
Y tú, ¿a qué esperas para conocer la isla de Madeira? Te recomiendo un viaje de al menos una semana, para poder recorrer todos estos sitios y más. Si eres de los que siempre tiene ganas de playa, también es buena idea una visita a la cercana isla de Porto Santo. Eso sí, no olvides un buen repelente de mosquitos, un gorrito para el sol y a disfrutar… con mapa y cámara!!!
¿Sabías que Madeira recibe cerca de un 1,5 millones de turistas al año? ¿Cuál es para ti su principal atractivo? No dejes de comentar con tus opiniones y vivencias viajeras, me encantará leerte y contestar.